La perfección la buscan todos los profesionales en sus vocaciones.
¿Llegamos a la perfección del movimiento a través de la estética bien entendida?
Quizá sí, pues cuando lo haces perfecto lo haces bello.
¿Y la estética qué es? La estética del movimiento es quizá la combinación de dos elementos:
- El refinamiento el movimiento
- La perfecta expresión de nosotros mismos.
El refinamiento del movimiento externo sólo nos puede venir de un refinamiento interno, que nos da la práctica y la mente humilde que escucha, tiene conciencia y posee sensibilidad tanto física como emocional.
El refinamiento del movimiento nos obliga al dominio de nuestra energía que fluye y se materializa en la fuerza, la velocidad, la intensidad, la armonía de combinarlos, a través de nuestro aparato locomotor, músculos y articulaciones, trabajando la elasticidad y la flexibilidad.
El conocimiento de nuestras articulaciones, sobre todo las principales hombros, caderas, columna, rodillas y tobillos(cuyo conocimiento y entendimiento, mejora la calidad el movimiento.
La perfecta expresión de nosotros mismos, nos abre un infinito camino a descubrir quienes somos para poder expresarnos y crear un movimiento único y exclusivo en cada ser que está basado en la verdad.
Nuestro cuerpo es el reflejo de nosotros mismos, quizá por ello, primero debemos analizar el templo en el que vivimos, nuestro cuerpo, para que empecemos a trabajar quienes somos y podamos movernos ese la libertad.
Personalmente para encontrar todo lo anterior, he introducido en las formaciones de bailarines un elemento a sumar en la depuración de la técnica y la expresión, es el tema de la meditación.
Meditación razonada, analizamos el cómo, cuándo, dónde, porqué, y para qué, con el fin de perfeccionar cuerpo y mente. Acción y pasividad unidas indivisibles y combinadas con el verbalismo y reflexión, pues:
¿ De qué sir ve la acción sin reflexión y de qué sirve el verbalismo sin acción?
Pero esto no es nada nuevo, ya lo decían los Griegos:
Orandum est ut sit mens sana in corpore sano. Orar para disponer de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado.
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