Hace 7 años, emprendí el camino de producir mi propio espectáculo teatral, y tuve que desempolvar del interior todas las fortalezas y virtudes con las que la madre naturaleza nos ha dotado a las mujeres. Desde las más glamurosas hasta las más cotidianas, por el simple hecho de tenerlas que necesitar en una sociedad en la que ser mujer es una aventura.
Precisamente, la primera obra que dirigí y en la que interpretaba, habla de mujeres, La casa de Bernarda Alba. No deberíamos permanecer
indiferentes a los mensajes que desde el la educación y el mundo cultural se
ofrecen. No me atreví en los casi tres años que estuvimos en el Teatro Reina Victoria de Madrid, a dar luz a otra realidad, que no
hubiera sido la de las mujeres que hoy mismo estamos aquí y ahora, aunque sea una obra
de hace casi 100 años.
Sé que corren tiempos difíciles para el drama, pero es
necesario recordar que huir del drama, no te libra de él. Ya que el drama de
hace 100 años no se ha resuelto, está maquillado.
Cada
martes era más consciente de que, el resto de la semana era observadora de la
“realidad” que hay fuera de la obra teatral de Federico García Lorca. Y observo en el día a día, independientes del género, a muchas
Bernardas, Adelas, Poncias, que
representan tiranía, opresión, libertad, justicia, fortaleza, etc. en la calle
y en muchos lugares cotidianos, representando infinidad de teatros, en la
política, en los trabajos, en las casas, en los amigos……el drama sigue en las
calles.
Las mujeres somos más modernas, pero dependemos de aquello que precisamente es un debate en la obra, la aprobación de los demás, de la sociedad.
Y Hoy, me he dado cuenta de que era cada martes, donde aprendí a representar a las mujeres sin juzgarlas, siendo yo misma, permitiendo dejarlas ser, dejando que las mujeres Alba,
saliesen a la luz sin ponerlas en tela de juicio, dejando que obrasen los personajes noche tras noche, con sus defectos y sus virtudes, aceptando sus realidades, y ya no queriendo cambiarlas.Aunque lo llamemos teatro, es el lugar en el que nos permitiremos ser de verdad nosotras mismas.
Abríamos el telón, empezaba el drama y representábamos a las mujeres de la obra como son, sin juzgarlas, dejándolas ser noche tras noche las mismas, sin querer cambiarlas y aceptando su realidad. Las dejamos ser lo que no nos permitimos ser a nosotras mismas. Nosotras no exigiremos ser perfectas en nuestra día a día y en ellas encontraremos la libertad y el descanso de ser imperfectas. Aunque lo llamamos teatro, es el lugar en el que podemos ser de verdad nosotras mismas sin la presión y pretensión de ser perfectas. La belleza de la escena, está en las mujeres que son capaces de transformar las heridas de cada personaje de una manera única y extraordinaria, convirtiéndolas en poesía y teatro en cada función.
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